jueves, 4 de junio de 2015

no me toques no



... no me toques, no me toques o golpeo. le dice la peluquera al que ya no es. ya no será, su peluquero, y él se va, se va dando un portazo, un portazo pequeñito, un portazo violento de puro triste. violento de tan poca cosa que es, a veces la violencia duele por pequeña, violencia pequeña de vida pequeña, portazo seco, portazo que ni siquiera retumba...

... no me toques o golpeo, Rohmer era un viejo astuto, Rohmer era un viejo cruel, no me toques o golpeo, dice ella, pero antes los vimos besarse, besos de esos que puede apetecer dar pero que no apetece ver desde fuera, besos que no son para la cámara, los vimos besarse una y otra vez, no parar de besarse, como si una pareja fuese nomás una fábrica de besos, sí, aquello era un derroche de besos, aunque tampoco hubiese mucha ternura y nada de locura y yo me pregunté a qué tantos besos y luego vi que era para que de pronto se parasen, para que de pronto ella viviese en un mundo o en un tiempo donde esos besos ya no eran posibles mientras él seguía viviendo en un mundo o en un tiempo donde esos besos eran la cosa más normal del mundo, como hechos en fábrica, besuquería industrial...

... Rohmer era un viejo astuto, Rohmer era un viejo clásico, hacía películas como quien juega al ajedrez contra un despistado, calculando las jugadas desde el principio, cavando bajo nuestros pies sin que nos demos cuenta, poniendo al principio de la película, en las postales del verano aquel, en las postales con música, el cuerpo desnudo y alegre y confiado de Félicie, poniéndolo ahí para que luego no volvamos a verlo, lo ves y no lo ves, qué es, es la alegría del cuerpo, de aquello que se llama amor, así, en plan lindo, en plan luminoso, es el amor de verdad, de antes de la besuquería industrial, allí donde no hace falta hacer la pregunta del deseo, allí donde no hay conciencia del deseo ni se puede imaginar su ausencia...

... Rohmer era un viejo cruel, un viejo listo que nos recordaba desde el principio la existencia del amor lindo, del amor no industrial, y no nos dejaba engañarnos luego con el deseo, el deseo de Loïc, el deseo de Maxence, si la pregunta del deseo existe es que ya todo está perdido, es que esto es baile y cambio de parejas, sillas musicales, en el fondo una cosa muy triste, una cosa que no merece ni fotos ni música, una cosa cuyos cuerpos desnudos es mejor guardar fuera de campo, pequeñas cosas privadas...

... Rohmer era un viejo sonriente, una sonrisa amable, una amabilidad terrible, nos mostraba el deseo de dos hombres que todavía recuerdan frente a ellos el deseo de Félicie, algo que ya no existe, que ya no existirá, y ella a veces no se deja tocar y otras se deja abrazar y hasta quiere dormir junto a Loïc, dormir junto a él pero eso no, eso ya no, no, ya no volverá a suceder y aunque sucediese sería triste, tristísimo y poco se puede hacer, de nada sirve hablar y hablar y poner cara sombría como Loïc, de nada sirve dar un pequeño portazo, un portazo minúsculo a la puerta del armario, e irse a comer fuera, como Maxence, son cosas para el fuera de campo, cosas sin música, cosas sin fotos...

(Cuento de invierno, Rohmer)

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