domingo, 7 de junio de 2015

personas desaparecidas

...la mujer, al principio de la película, que mira tan intensamente a Mary y que le dice, le grita suavemente, no vuelvas, no, no vuelvas al internado, le grita suavemente toda su vida encerrada en el internado, toda su vida de miedo, y luego no volvemos a verla, no, y casi no volvemos a recordarla...
...el detective Irving August, al que la gabardina le viene grande, la nariz también, el miedo le va y le viene, se mete en líos, nunca en su vida ha salido de los quince por siete kilómetros que mide Manhattan y solo le llevarán de fiesta cuando esté muerto...
...la anciana que vende periódicos a la puerta de la estación, que al principio podría parecer un muchacho pero no, no tiene voz de muchacho, y bien mirado tampoco tiene silueta de muchacho, anciana toda ella reducida como cabeza de jívaro que periódicos en mano grita en la noche noticias de crímenes...
...la chica rubia que trabaja en La Sagesse y a la que le parece normal que la gente esté triste, el estado natural de la gente es la tristeza, dice mientras peina y repeina a Maru, luego sollozará que solo fue feliz cuando trabajaba con Jacqueline y de un manotazo la salvará por un tiempo...
...la chica a la que amaba hace diez años un poeta, que fue vista una vez junto a un psicólogo, que fue vista una segunda vez junto a él, y que ya nunca volvió a ser vista y en realidad acabó encerrada, sí, y no en un internado, no, peor...
...la secretaria que le pide consejo al psicólogo, ayuda para tratar a su padre alcohólico, y que solo se encuentra con un par de frases cínicas aunque también, quién sabe, con un poco de amabilidad...
...la bibliotecaria a la que el poeta con sus preguntas le lleva un rato de diversión y que de tanto que sonríe adivinamos que no debe de estar acostumbrada, no, a sonreír...
...Mimí...
...apenas aparecidos y ya vueltos a desaparecer, se los tragan las sombras, se los traga el tiempo, suena un tiempo el eco de sus voces que gritan, en silencio gritan su miedo o su soledad, y luego nada más...
(La séptima víctima, Mark Robson)

jueves, 4 de junio de 2015

para qué sirven las bocas



... para hablar, para hablar mucho, no paran de hablar, lentos y constantes, palabra a palabra, frase a frase, diciendo cosas como aquella que dice Gertrud, que ella es, precisamente, una boca, una boca que busca otra boca, y para decir también que la vida es una cadena de sueños y que esa boca que busca otra boca también es finalmente, un sueño...
... para decir eso de que la boca también es un sueño y al momento besar sin importar que aquello sea realidad o sueño...
... para besarse pero también para darse besos de esos que se dan besándose los dedos y luego llevando esos dedos hasta los labios del otro, y también para encender un cigarrillo, y luego pasárselo al otro, como si fuese un beso, y que luego el otro te lo devuelva, como si fuese otro beso, y entre medias haya también algunas palabras más que salen de las bocas y también un poco de humo...
...para sonreír mucho y muy felizmente a pesar de que la vida sea una cadena de sueños o porque estás en pleno sueño y entonces se te marquen los pómulos de una manera que a uno le dan ganas de que aquello no se acabe nunca...
...para fumar cigarrillos no compartidos...
...para tomar pastillas infalibles contra el dolor de cabeza...
... para que se te vayan formando arrugas alrededor de la boca y que así, cuando estés en edad de ser figura de importancia en un banquete oficial, tu boca y el resto de tu cara tengan un aspecto de lo más oficial...
... para besar pero también para que puedas hablar de besos en los poemas y que esos poemas puedan ser citados más tarde por jóvenes uniformados y agradecidos en un banquete de homenaje, cuando tú ya tengas cara oficial y dos o tres medallas en el pecho y hayan pasado muchos años desde la última vez que besaste la única boca que todavía te importa...
...para apretar los labios como intentando no llorar, no llorar del todo, y aún así llorar, y que al llorar así todo sea peor y alivie mucho menos...
...para gemir como animal herido vestido con traje de etiqueta o con vestido de noche...
...para tener unos labios muy marcados y que puedan dibujar tu perfil de memoria...
...para dar sorbitos a un vaso de oporto o a una copa de champán en salones distinguidos...
...para pedir y recibir...
...para pedir y no recibir...
...para cantar...
...para soplar las velas que alumbran un espejo y así indicarle a los otros y a una misma que lo que se acabó, se acabó...
...para hablar por teléfono y apuntarse a un grupo de estudios en París, un grupo de estudios de psicología y de telepatía...
...sí, telepatía, eso que sirve para hablarse sin que hagan falta las bocas...

(Gertrud, Dreyer)

la esposa del ministro



si hubiese aprendido
aprendido a tocar
tocar la guitarra
tocar los bongos
cantaría una canción
la canción más tonta
más tonta del mundo

y diría así
Gustav no
Gustav no voy
no voy no
no, no, no
Gustav no

si tuviese oído
oído musical
si supiese cantar
cantar al compás
cantaría una canción
la más tonta sí
del mundo la más tonta

y diría así
diría Gustav no
Gustav ni hablar
ni hablar no
no, no, no
Gustav no

pero no tengo oído
ni aprendí a tocar
a tocar la guitarra
a tocar los bongos
y aún así canturreo
canturreo para mí
la más tonta canturreo

y dice así
Gustav no
Gustav no voy
no voy no
no, no, no
Gustav no

(Gertrud, Dreyer)

la última noche



... no hay traiciones, no, no de veras, ni en Gertrud ni en Cuento de invierno, no se hacen esas cosas, no son como canciones de aquellas, pero sí hay últimas noches, aunque nunca las vemos, porque las últimas noches a menudo no se ven venir, la última noche que Félicie pasó con Charles, ella no sabía que haría falta un milagro para que hubiese más noches, y sobre todo están las otras últimas noches, aquellas en las que alguien ya sabe, o está a punto de saber, que esa es la última noche, y el otro no, el otro ni siquiera lo imagina, es ese momento en el que el deseo aparece bajo un aire violento y triste, porque es el deseo de uno solo, cuando todavía uno desea y el otro ya no, es la última noche que Loïc pasó con Félicie, él no lo vio venir, no sabía entonces que era la última noche, aunque tendrá derecho a un epílogo, durmamos juntos, propone ella, durmamos juntos pero no aquello, la última noche que Maxence pasó con Félicie y que no vio venir él tampoco, debía ser una noche más en la serie de las noches aseguradas, la última noche que el abogado Kaning pasó con Gertrud, él tampoco lo sabía, ya hace varias noches que no es recibido en la habitación de ella, entonces llega la ruptura y él se agarra, él exige, esta última noche la pasarás conmigo, hay gente para quién las cosas no pueden pasar sin que se sepan, hay gente que tiene que afirmar hasta el final su voluntad, pero no, claro, no hay manera, la última noche no tiene secuelas, y está la última noche que Gertrud pasó con el músico Erland Janson, que en realidad fue la única noche, y que ni siquiera fue una noche, apenas una tarde, que debía ser seguida por muchas otras, ahora es Gertrud quien no lo vio venir o, quién sabe, sí, quizás un poco, y están las lágrimas del poeta Lidman, lágrimas de última noche perdida hace ya muchos años, ya ausente y sin embargo imposible de borrar, el pasado es como un país extranjero y es difícil volver a él, es difícil cambiarlo, para eso están los porqués, para eso está el intentar comprender, así que a la última noche, a falta de poder cambiarla, a falta de poder hacer que no sea la última noche, se le intenta al menos cambiar el sentido, eso debe de ser, sí, aquello que llaman comprender, aquello que hace gemir preguntas, gemir los porqués...

(Gertrud/ Cuento de invierno)

prefiriendo a lo peor lo mejor



... hay que escuchar lo que dice Gertrud, sí, es para todos, hay que escuchar sus sueños, los sueños de soñar despierta y los sueños de soñar dormida, son para todos, como el sueño de los perros que la persiguen por el bosque y acaban por alcanzarla y entonces ella despierta antes de que la despedacen, despierta comprendiendo, o viendo, que estábamos solos en el mundo, y eso también es una forma de igualdad, las palabras de Gertrud son para todos porque la soledad, o al menos la soledad de la que ella habla, es para todos, así que hay que escuchar el sueño de los perros, y también cuando dice ser una boca que busca otra boca en un mundo que no es realidad sino una cadena de sueños, ir viviendo de sueño en sueño, de boca en boca, tiro porque me toca, de casilla en casilla ella pasa del poeta al ministrable, del ministrable al pianista, del pianista al más allá, a otra cosa, a París, sí, pero antes de París ella dice eso, dice ser una boca que busca otra boca, y también dice que todo es un sueño, una cadena de sueños, y también la boca, y sin embargo al poco con su boca besa la boca del pianista, hay que ver cómo es Gertrud, hay que ver lo que Gertrud hace...

(Gertrud, Dreyer)

un mismo mundo




... Gertrud hay que escucharla, dejando que las palabras hagan daño, están hechas para eso, si duele es que cura, se dice, o quizás era si pica, no importa, hay que escucharlas dejando que hagan daño, soñando el más bello de los sueños y viendo que así no es, que ahora no, que con él no y con el otro tampoco, pero aún así soñando ese sueño, dejando que duela como duelen a veces los sueños cuando se encuentran con la realidad, hay que escuchar, por ejemplo, esto, sonrío pensando en toda esa pobre gente que se permite amar a pesar de no ser ni artistas ni famosos, hay que oírlo, hay que escucharlo, Gertrud es una película con artistas y famosos y un ministrable, pero eso no importa, Gertrud es una película en un mundo en gris y gris y a veces un blanco deslumbrante, pero eso tampoco importa, ese mundo en gris y gris, aunque sea una imagen depurada, es también el nuestro, es el mundo de los artistas y de los famosos y el mundo de las peluqueras y de los cocineros, Gertrud es para todos, sus palabras, como los milagros del Cuento de invierno, son para todos aquellos que aceptan escucharlas,  que aceptan creer en ellos, y también su exigencia es para todos, sí, todos tenemos derecho a ser exigidos por Gertrud...

(Gertrud, Dreyer, y un poquito Cuento de invierno, Rohmer)

no me toques no



... no me toques, no me toques o golpeo. le dice la peluquera al que ya no es. ya no será, su peluquero, y él se va, se va dando un portazo, un portazo pequeñito, un portazo violento de puro triste. violento de tan poca cosa que es, a veces la violencia duele por pequeña, violencia pequeña de vida pequeña, portazo seco, portazo que ni siquiera retumba...

... no me toques o golpeo, Rohmer era un viejo astuto, Rohmer era un viejo cruel, no me toques o golpeo, dice ella, pero antes los vimos besarse, besos de esos que puede apetecer dar pero que no apetece ver desde fuera, besos que no son para la cámara, los vimos besarse una y otra vez, no parar de besarse, como si una pareja fuese nomás una fábrica de besos, sí, aquello era un derroche de besos, aunque tampoco hubiese mucha ternura y nada de locura y yo me pregunté a qué tantos besos y luego vi que era para que de pronto se parasen, para que de pronto ella viviese en un mundo o en un tiempo donde esos besos ya no eran posibles mientras él seguía viviendo en un mundo o en un tiempo donde esos besos eran la cosa más normal del mundo, como hechos en fábrica, besuquería industrial...

... Rohmer era un viejo astuto, Rohmer era un viejo clásico, hacía películas como quien juega al ajedrez contra un despistado, calculando las jugadas desde el principio, cavando bajo nuestros pies sin que nos demos cuenta, poniendo al principio de la película, en las postales del verano aquel, en las postales con música, el cuerpo desnudo y alegre y confiado de Félicie, poniéndolo ahí para que luego no volvamos a verlo, lo ves y no lo ves, qué es, es la alegría del cuerpo, de aquello que se llama amor, así, en plan lindo, en plan luminoso, es el amor de verdad, de antes de la besuquería industrial, allí donde no hace falta hacer la pregunta del deseo, allí donde no hay conciencia del deseo ni se puede imaginar su ausencia...

... Rohmer era un viejo cruel, un viejo listo que nos recordaba desde el principio la existencia del amor lindo, del amor no industrial, y no nos dejaba engañarnos luego con el deseo, el deseo de Loïc, el deseo de Maxence, si la pregunta del deseo existe es que ya todo está perdido, es que esto es baile y cambio de parejas, sillas musicales, en el fondo una cosa muy triste, una cosa que no merece ni fotos ni música, una cosa cuyos cuerpos desnudos es mejor guardar fuera de campo, pequeñas cosas privadas...

... Rohmer era un viejo sonriente, una sonrisa amable, una amabilidad terrible, nos mostraba el deseo de dos hombres que todavía recuerdan frente a ellos el deseo de Félicie, algo que ya no existe, que ya no existirá, y ella a veces no se deja tocar y otras se deja abrazar y hasta quiere dormir junto a Loïc, dormir junto a él pero eso no, eso ya no, no, ya no volverá a suceder y aunque sucediese sería triste, tristísimo y poco se puede hacer, de nada sirve hablar y hablar y poner cara sombría como Loïc, de nada sirve dar un pequeño portazo, un portazo minúsculo a la puerta del armario, e irse a comer fuera, como Maxence, son cosas para el fuera de campo, cosas sin música, cosas sin fotos...

(Cuento de invierno, Rohmer)